16.5.06

el aprendiz de brujo


Cómo en la fábula, las cosas no siempre salen bien. Lo de Coria es cada vez más difícil de explicar, y el pronóstico es cada vez más oscuro. Da la impresión de que la situación no se va a revertir a corto plazo, y de que una vez acabada la gira sobre polvo de ladrillo las cosas se van a poner cada vez más difíciles. Los puntos cosechados en una excelente temporada el año pasado (con finales en Montecarlo y Roma cayendo ante Nadal -ya hablaremos de él pronto) y que le perimitieron mantenerse entre los diez mejores aún cuando juego y resultados no se reflejaban con ese dato desde hacía meses están caducando, y el top ten ya queda lejos.
Las raquetas y las pelotas se rebelaron contra quien las cargó de magia, como un Mickey Mouse sobre clay. El cambio fue tan abrupto -como por arte de magia- que deja abierta la ilusión de que Coria vuelva a ser el que llegó a estar a un punto de ser número uno del mundo. A él debe confortarlo recordar que su gran ídolo, André Agassi, fue y volvió; que cayó hasta el número 141 del ránking después de haber ganado todo y antes de volver a ganarlo. Sólo resta esperar que pueda revertir el conjuro. Porque la final del domingo fue un partidazo, pero comparada con la del año pasado, se queda chiquita. Como una pelota de tenis.