Ya está el cuadro, ya están los jugadores. Y aunque los ojos del mundo deportivo están puestos en lo que pase unos kilómetros al este, en los verdes campos de juego germanos, mientras tanto París se viste de naranja para recibir al segundo Grand Slam del año.
En este abierto del queso y el champán hay candidatos tan fuertes como pocas veces se ha visto en muchos años, juveniles que quieren destaparse, experimentados jugadores que quieren volver a paladear triunfos ya añejos, algunos que necesitan una buena actuación para mantenerse en la elite y otros que la necesitan para pegar el zarpazo definitivo, grandes jugadores y bleffs con suerte, exquisitos estrategas del fondo de cancha y letales ortodoxos del saque y la red, ciento veintiocho atletas vestidos de colores y un trofeo que consagró a muchos y dejó con ganas a otros tantos.
Y si hay que hablar de candidatos hay que hablar de Nadal. Que con una victoria ante el no ten sencillo Robin Soderling en primera rueda se convertiría en el jugador con mayor cantidad de partidos ganados en forma consecutiva sobre clay. Que es el campeón defensor y que ganó cada torneo que jugó sobre esta superficie desde el MS de Montecarlo el año pasado. Que, menos anabolisado que la última temporada sigue teniendo el físico más asombroso del circuito y una frialdad envidiada por Siam, Whirlpool y General Electric. Que tiene un asombroso récord de 5-1 contra Federer (3-0 en polvo de ladrillo), al que le ganó los últimos 4 partidos en que se enfrentaron.
¿Quién puede frenar a Nadal? O mejor dicho: ¿qué motivos podrían separar a Nadal de su segundo trofeo de RG? No la presión, como ya lo ha demostrado fehacientemente. Ni tampoco su nivel, cuya regularidad sorprende.
Descartando una lesión, la única forma de que pierda un partido es que se cruce con alguien que juege igual o mejor que él, y que acierte en los momentos clave. Lo de los momentos clave es escencial, si no preguntenle a Federer, que tuvo 3 match points a favor en la final de Roma y se quedó con las manos vacías. O a Jarkko Nieminen, que en Barcelona lo tuvo set abajo y 4 a 1 en el segundo. Si a Nadal no lo matás cuando muestra el flanco después lo vas a lamentar. Ganarle a Nadal es como escaparse de Alcatraz. Tenés que hacer todo -pero todo- bien, si no fuiste.
Apenas un escalón más abajo en la lista de favoritismos aparece el rey del champán, Roger Federer. Y apenitas un escalón más abajo, David Nalbandian.
Al unquillense le salió un sorteo bastante complicado. Las dos primeras ruedas nada sencillas y rivales de peso más allá. La buena: le tocó la llave de Federer, y en este torneo eso es positivo.
El debut será ante el suizo Stanislas Wawrinka, finalista de Gstaad 2005 (clay) y con quien ya se cruzó en segunda de Australia. Entonces, el tenisero avisaba: "Supongo que de acá a unos meses a nadie le va a causar mucha gracia cruzarse con Wawrinka en la primera rueda de un torneo" (click aquí). El suizo defiende tercera rueda (el año pasado venció a Massu y a Blake antes de caer ante Mariano Puerta) y es un jugador con futuro de top 20. En segunda ronda le tocaría Richard Gasquet, la cada vez menos joven promesa del tenis francés, ya más allá espera el complicado Nieminen (8vos).
De todas formas, no me canso de repetirlo, Nalbandian depende de sí mismo y es amplio favorito para estos choques. Recordemos que no cae en la primera semana de un Grand Slam desde el US Open 2004, hace ya casi 2 años.
En una segunda camada de candidatos, bastante más abajo, entrarían Fernando Gonzalez, David Ferrer, Tommy Robredo. Las incógnitas son principalmente Marat Safin y Gastón Gaudio, cuyo nivel no es bueno pero nunca conviene subestimarlos. Tommy Haas, Blake, Davydenko, Ljubicic podrían aparecer entre los 8 mejores sin que nadie pueda sorprenderse.
En cuanto a los tapados, y más allá de Gasquet y Monfils, a quienes hay que ver cómo les jugará la presión del público, me permito resaltar tres nombres: Acasuso, Almagro y Berdych.
